Este momento suele coincidir con la etapa escolar, con la madurez de nuestros pensamientos. Comenzamos a darnos cuenta que lo que dibujamos no se parece a la realidad.
Pensamos algo y no lo vemos reflejado en el papel tal cual apareció en nuestra cabeza.
No encontramos los recursos para poder hacerlo bien, o lo que nos han hecho creer que está bien. Nos frustramos. Poco a poco dejamos de dibujar. ¡La paradoja es que para mejorar y hacerlo cada vez mejor, precisamente hay que seguir dibujando!
Observando y dibujando.
Abrir nuestros ojos e interpretar lo que vemos con nuestro lápiz.
Es nuestro dibujo, no una foto.
Es nuestra visión.
Tendrá nuestro toque, nuestra esencia, será diferente porque no hay una persona igual a otra.
Tus errores y limitaciones le darán carácter y expresión.
Esto lo sé ahora, después de unos cuantos años, de algunas lágrimas y mucha frustración.
A ver, no soy psicóloga, ni educadora…sólo soy una mujer, que fue niña y que por mucho tiempo dejé que esa niña interior, la que dibujaba sin parar vaya apagándose hasta que un día no dibujó más.
No quiero que esto te pase a ti. No quiero que esto le pase a nadie más.
Quiero que disfrutemos dibujando.
Quiero que nos divirtamos juntos y compartamos nuestra pasión.
Que nuestros lápices se encuentren y nuestros dibujos se conozcan.
¿Qué te parece?
Sigamos charlando, ¿Me cuentas tu experiencia?